Publicado en el suplemento deportivo de abc color, el lunes 13 de junio de 2011
El día que vistió la albirroja, por primera vez, cambió su historia, cambió su vida y cambió su piel. Aunque nacido en Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, el 25 de marzo de 1972, por sus venas ya corría la sangre paraguaya de sus padres, y su talento innato para jugar al fútbol se surtió de la habilidad de su terruño adoptivo, el mismo que acunó las maravillas de Arsenio Erico. Hasta se podría decir que Avellaneda le devolvió al Paraguay un heredero del gran Arsenio.
Por esas cosas de la vida, recaló en el Paraguay con su familia hacia finales de la década del ’80, y con sus jóvenes 16 años se enroló en filas de la gloriosa Academia, claro, el club de Erico. Allí, tras la necesaria pasantía por las divisiones inferiores, debutó en la primera división en 1992, y ya entonces se hizo notar por su habilidad para el manejo de la pelota, por su buena pegada y por su marca implacable en el medio campo, lo que no le impedía llegar al gol. Como ahora. O si no, que lo digan Cerro Porteño y Olimpia…
A la hora de formarse la Selección nacional para la Copa América de Ecuador, en agosto de 1993, no fue tenido en cuenta por Cayetano Re, aunque sí lo hizo Valdir Espinoza cuando a finales de ese mismo año lo llamo para formar parte de la selección para las eliminatorias del mundial USA 1994. Esa eliminatoria es recordada por dos acontecimientos: uno, porque Espinoza abandonó el barco, dos fechas antes de concluir la serie, y segundo, porque el día en que Colombia goleaba 5-0 a la Argentina , Paraguay no supo, o no pudo (es más o menos lo mismo) derrotar a Perú, en Lima, lo que le habría permitido jugar el repechaje con Australia.
Ya Acuña mostraba desde aquel entonces que era “Toro en su rodeo, y Torazo, en rodeo ajeno” como tantas otras veces a lo largo de sus 98 partidos en los que fue titular indiscutido de la Selección. Los dos últimos fueron la manera que encontró el fútbol paraguayo de decirle “gracias” a su gran jugador, y permitirle ingresar al exclusivo club de aquellos jugadores que en el mundo entero han sido internacionales 100 o más veces. Se suma así a Denis Caniza y a Carlos Gamarra que llegó a jugar 110 encuentro con la albirroja.
Si nos referimos exclusivamente a la Selección , debemos recordar el gol que le marcó a Argentina, en las eliminatorias de Corea-Japón 2002, en la cancha de River, emulando a Chilavert, que también había empatado el partido, en esa misma cancha cuatro años atrás. Su esfuerzo y el de sus compañeros, fueron insuficientes para impedir el gol de oro que nos dejó fuera del mundial de Francia, en Cuartos de Final, pero en descargo hay que decir que fue contra el local y campeón del mundo…
Su paso por la selección es inolvidable, como también lo ha de ser esto que nos mostró, en los últimos años, cuando ya todos lo creíamos acabado, y apenas dispuesto a jugar partidos de veterano. Convocado por Gamarra, Arce y Puchi Ruiz Díaz, sus compañeros de tantas rutas peloteras con la albirroja, mostró porqué a lo largo de su carrera fue figura, no solo en nuestro nacional de principios de los años 90, o de este Rubio Ñu, de talentosos jovencitos, que viendo el ejemplo del “Toro”, sintieron correr por sus venas la misma pasión que Acuña pone en todas sus intervenciones.
Y lo demostró también a lo largo de 15 años de recorrer canchas del mundo con Argentinos Juniors, adonde lo transfirió Nacional después de las eliminatorias de 1993 por la friolera de 500.000 dólares. Y de Argentinos Juniors, siguiendo la ruta de Maradona, se fue a Boca, para brillar con la misma intensidad, que luego mantuvo en Independiente, devolviendo al terruño de Avellaneda que lo vio nacer, su capacidad y calidad futbolística. Allí ganó la súper copa sudamericana, con el Rey de Copas de América.
Estaba cantado que su siguiente paso era el viejo mundo, y otro club que guarda gratos recuerdos paraguayos, como el Real Zaragoza, lo tuvo en sus filas a lo largo de cinco temporadas, haciendo a los “maños” recordar a los “paraguayos” de los años 70: Arrúa, Diarte y Felipe Santiago Ocampos, o al exquisito “Tacuara” Amarilla, que de allí dio el salto para llegar al Barcelona.
El periplo futbolero del “Torazo”, prosiguió por tierras de la Madre Patria , y recaló también en el Elche, el mismo de Cayetano Re, Juan Carlos Lezcano y Juan Ángel Romero, y el Deportivo la Coruña donde alguna vez militó el compatriota Juan Ayala, aquel de Cerro Porteño. Cuando ya el tiempo obligó el retorno, se resistió a dejar el futbol y retornó a la Argentina , para jugar un tiempo en Rosario Central, en 2006 y después regresar a nuestra patria. Olimpia lo vio pasar sin que pudiera demostrar toda su valía y cuando abandono las canchas en 2007, creímos que era el tiempo del adiós.
Pero este “torazo” todavía tenia reservado lo mejor de su repertorio, antes de colgar los botines. Y las muestras fueron ofrecidas en envoltorio de lujo, como esos dos maravillosos goles ante los más pintados del futbol paraguayo, que se convirtieron en otros tantos triunfos rutilantes, de este Rubio Ñu de hoy, conducido por sabios del fútbol.
A quienes los seguimos a lo largo de toda si carrera, quienes disfrutamos de inolvidables tardes de futbol, con su presencia en la selección y en los clubes que le cupo jugar, solo podemos decir ¡gracias¡ y quiera Dios que el día en que cuelgue definitivamente los botines, se convierta en un gran maestro, que de esos necesita y mucho el futbol paraguayo, para no seguir dependiendo de “expertos” foráneos…
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