"No hay nada que esté más globalizado que el fútbol", dice Boniface quien define a este deporte como un "fenómeno globalizador específico".
"Los símbolos de la globalización son Internet, la economía de mercado y la democracia, pero el fútbol tiene una dimensión mayor que todo eso. Y además tiene otras particularidades: primero, no está dominado por Estados Unidos. Segundo, se acusa a la globalización de borrar las identidades nacionales y, en cambio, el fútbol las acentúa", explica.
Expresa que cuando juega una selección nacional, cualquier país se transforma en un estadio y sus habitantes coinciden en el apoyo al equipo, sean cuales fueren sus diferencias étnicas, religiosas y políticas. "Y eso pasa tanto en los viejos Estados-nación, como la Argentina y Francia, como en los Estados jóvenes, resultantes del desmembramiento de la URSS y de Yugoslavia, que pidieron al mismo tiempo la adhesión a la ONU y a la FIFA, porque el equipo de fútbol es más visible que una embajada."
Estado, población y gobierno conforma un país. "Pero hay un cuarto elemento, que es el equipo nacional de fútbol, que reúne y unifica a todo un país".
Advierte sobre las rivalidades que pueden conducir a la violencia: “No hay que confundir. Siempre hay hooligans y siempre hay rivalidades: entre Boca y River, entre París y Marsella. Pero ¿andarían mejor las sociedades argentina y francesa sin el fútbol? Si se observan todos los vínculos sociales que genera el fútbol, el querer vivir juntos en ese sentimiento, uno se puede preguntar qué harían los millones de personas que juegan al fútbol el fin de semana si no lo hicieran. ¿Jugarían al polo? ¿Al bridge? No".
Añade que “En ciertos medios muy desfavorecidos, el fútbol sigue estructurando a la sociedad. Los jóvenes se encuentran, y hay una disciplina que no tienen en otros lugares. Y los días lunes, el tema en las escuelas, la oficina o la universidad ¿cuál es? El fútbol..."
Hace poco el gobierno argentino decidió que el fútbol se pasara por la televisión publica, en una abierta manipulación política del popular juego. Acerca de esto, Boniface opina: “Siempre se ha dicho que el fútbol es el opio de los pueblos. Pero la gente no se engaña. A los regímenes que quisieron utilizar el fútbol en provecho propio”. Y recuerda que el Mundial del 78 no sirvió a los fines del gobierno militar argentino. En Francia, mucha gente decía que había que boicotear ese Mundial porque lo había organizado una dictadura militar. Pero nunca hubo tantos artículos sobre la dictadura militar y la represión como en esa época.
Otros ejemplos: “En 1998, cuando Irán se clasificó para el Mundial, mujeres y hombres se manifestaron en la calle, vivando al equipo. Y eso es algo que no se podía hacer”. Afirma, así mismo, que “El estadio es el lugar en el que la gente se puede expresar en los países en los que no se permiten las manifestaciones callejeras. Se puede reprimir una manifestación en la calle, pero es imposible hacer callar a todo un estadio”.
Sobre la “guerra del fútbol” reflexiona: “En realidad, en 1969, antes de la Copa del Mundo de México, había una tensión extremadamente fuerte entre Honduras y El Salvador, y ese partido por la clasificación fue la chispa que encendió un barril de pólvora que ya estaba. Es algo similar al asesinato del archiduque de Austria antes de la Primera Guerra Mundial. También ocurre lo opuesto: el presidente turco fue a Armenia el año pasado porque jugaban las selecciones de ambos países. Los militares turcos eran reticentes a la visita, pero no podían impedirle que fuera a apoyar al equipo nacional, incluso a un país sin relaciones con el suyo. Y ese hecho puso en marcha un proceso diplomático que ahora va a llegar a instancias de paz".
Por la copia, José María Troche
pitotroche@yahoo.com.ar
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