lunes, 4 de julio de 2011

Padre nuestro...

No hace mucho pasó el Día del Padre. Un sacerdote redentorista, el P. Humberto Villalba escribió esta columna, que se publicó en ABC Color, el 19 de junio de 2011


“Para nuestros hijos el Día de la Madre es más importante y más festivo“, acostumbran a quejarse, recelosos, algunos padres. La verdadera razón solamente la podríamos encontrar en una mala jugada del corazón. Por otra parte, con un 30% de hijos “sin padres” no podemos caer en la euforia de un “Te Deum” solemne para celebrar a los engendradores de los “hijos del viento“, tirados al azar de la vida.    

Estos papás apenas caen en la sacrílega categoría de “sementales”.    

Papá no es apenas el que engendra la vida, sino el que está dispuesto a consumar la propia para que sus vástagos puedan sentarse, sin rubor, a la mesa del banquete de la dignidad. “El no tiene luego papá“, suelen contestar, con rostro mohíno, las madres sin pareja que se presentan para inscribir a su bebé para ser bautizado... Y cuando se insiste, pues hay que llenar el espacio del nombre del papá de la criatura, comienza la letanía de mentiras alcahueteras: “Que ya se murió luego, que está en Buenos Aires, que nunca luego le conoció al papá del bebé....”. El papá de nuestro génesis, el que nos formó del polvo de su amor y sopló sobre nosotros el aliento de su vida para formarnos a su imagen y semejanza y que con el sudor de su frente se hace el pan nuestro de cada día, ciertamente comparte las fibras más íntimas de nuestro amor y gratitud. Este padre nuestro que, si bien está en la Tierra, es un fiel reflejo del Padre Nuestro que está en los cielos.    

Se critica con suma ligereza la falta de autoridad de los “papis modernos”. En realidad la autoridad paterna debe funcionar como el gran “ecualizador” de la armonía familiar. Tampoco se trata de un derecho adquirido para maltratar y sojuzgar a los hijos como un caprichoso desahogo personal. Debe ser, más bien, un servicio, una disponibilidad y apertura. El papá ejerce su autoridad cuando se abre al diálogo, a los intercambios de pareceres, pero sin transigir por debilidad ni capitular de sus legítimos derechos. Triste es el hogar donde el papá abdicó de su trono de “rey” porque ha hipotecado su “cetro y su corona” por el mezquino precio de sus deslealtades. Hoy celebramos el Día del Padre con la misma alegría y gratitud que celebramos el de la madre. Es el padre nuestro que si bien está en la Tierra, nos adquirió el traje de nupcias que nos permite gozar del banquete de la vida.

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