miércoles, 9 de septiembre de 2020

EL RIVAL NO ESTA EN LA CANCHA

 


No es el tiempo de alentar discordias ni rivalidades. Es el tiempo de entender, ¡Por fin! que el enemigo no está en las canchas sino en las calles. Y el partido que jugamos es por vivir. Un partido que va más allá de nuestras fronteras frente a una selección mundial de calamidades, formada en China a finales del año pasado.

Es la hora en que la gente vinculada al futbol olvide de una vez por todas que los títulos y las glorias son pasajeros que nos acompañan en este peregrinar por el mundo pero que ni uno ni otra nos servirá de nada a la hora de rendir cuentas. Sí: esas cuentas que debemos ajustar el día emigremos de este mundo para siempre.

No se trata hoy de conseguir una ventaja efímera para un logro que durará lo que tarda en llegar el siguiente campeonato. Y con dos torneos por año, a veces hay poco tiempo para celebrar y mucho para lamentar.

El COVID no está enseñando que la mejor opción hoy día es marchar todos juntos hacia un mismo destino de superviviencia y vida prlongada. Nadie quiere ver morir a los miembros de su familia, y los que estamos vinculados al fútbol de una u otra manera, tenemos que entender que hoy ganar significa estar vivos y que nuestro compromiso es impedir que tampoco mueran los demás.

Por tanto, ese antiguo abrazo que los hinchas de los 60 nos dábamos en la cancha, sea del club que fuere, debe volver a reinar. Hay que erradicar las ridículas rivalidades alentadas muchas veces por los mismos que declaman unidad y deportivismo y hacen exactamente lo contrario.

Este partido que comenzó para nosotros en marzo., no sabemos cuando va a terminar. Pero no se juega solamente 90 minutos por semana sino que lo estamos jugando las 24 horas del día desde hace seis meses.

Matemos los inútiles rencores, unámonos todos los deportistas en un mismo objetivo: salvar nuestras vidas y ayudar que se salven los demás. Así sea el más recalcitrante contrincante o el más amigo de nuestros amigos.

Este partido tiene mala cara. Es como estar perdiendo ya en tiempo de descuento. Pero con fe y confianza en nosotros y con la fuerza que viene de Dios, lo vamos a dar vuelta. Y la victoria será nuestra. Pero solo si nos damos las manos todos, gritando y festejando la alegría de vivir…